viernes, 22 de febrero de 2008

Se me rompe el cinturon

Desde que tengo conciencia que estamos con problemas, economicos, financieros, casi todos los gobiernos que pasaron pidieron que nos ajustemos y comprendamos la situacion, con esa excusa se aumentan los impuestos que nunca vuelven a bajar, te dan un 5% de vuelta en algunas compras despues te quitan ese incentivo y seguimos en total pagando una carga de impuestos de las mas altas del mundo. El problema, que no es nuevo, es que no se ve una vuelta de esos impuestos a la gente, en buena educacion, salud para todos o seguridad, la guita se la llevan o forma parte de la reserva que mantiene estable a al dolar o la inflacion pero hasta ahi.
Oviamente que lo que digo no es ninguna novedad.
¿ Es el imuesto la base de la fortuna en Argentina ?
¿ Si se baja aumentaria la demanda y todo se moveria mas ?
¿ Aguantara mi cinturon que este ajuste no me suelte nunca ?



El Mito de la Baja Carga Tributaria en América Latina
por Juan Carlos Hidalgo, Coordinador para Proyectos de América Latina del Cato Institute.

¿Pagamos pocos impuestos en América Latina? Eso es lo que se infiere de algunos organismos internacionales como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, los cuales insisten en que la carga tributaria en la región es baja. No obstante, una carga tributaria baja no implica necesariamente que el peso del Estado sobre los contribuyentes sea liviano. Es necesario entonces tener claros algunos conceptos tributarios que nos ayuden en este debate, como lo son los términos de carga tributaria, tipos impositivos e ingresos del gobierno.
La carga tributaria son los ingresos fiscales del gobierno como porcentaje del Producto Interno Bruto del país. El tipo impositivo es el porcentaje que se paga por concepto de tributo sobre un ingreso, bien, o transacción económica. Finalmente, los ingresos fiscales es el dinero que ingresa a las arcas gubernamentales producto de los impuestos.
Se ha mencionado en diversas instancias que la carga tributaria en América Latina es baja en comparación con países de otras latitudes. Por ejemplo, un estudio del Banco Mundial sobre América Latina y el Caribe indica que “el Estado debe fortalecer su capacidad redistributiva, lo cual para la mayor parte de los países de la región significa aumentar la carga tributaria (baja)”… Efectivamente, si bien las cifras varían dependiendo de la fuente, la carga tributaria en Latinoamérica oscila entre un 10% y 24% del PIB dependiendo del país (Brasil es la excepción con un 34%). En contraste, la carga tributaria de los países europeos ronda entre un 35% y un 45% del PIB.
Sin embargo, este indicador se presta para el engaño, ya que es manipulable desde dos vertientes: Por un lado no se incluyen tributos ocultos como el impuesto inflacionario, el cual ha sido todo un flagelo en la historia latinoamericana reciente, y usualmente tampoco se toman en cuenta los impuestos al salario propios de los sistemas de seguridad social de los distintos países. Por otra parte, el componente del PIB es inflado por los gastos del gobierno, sin importar si se trata de inversiones, gasto corrupto o despilfarrador. De ahí que un país puede experimentar una disminución en la carga tributaria mediante un aumento desmedido en el gasto público, o en su defecto, incrementar la carga a través de una caída del gasto. Aristóteles advirtió en su Retórica que “los hombres se hacen más ricos, no solo sumando a lo que ya tienen, sino también recortando sus gastos”, y lo mismo aplica a los gobiernos.
Un impuesto del 70% sobre una actividad económica dada se convierte en una prohibición de facto sobre la misma, lo cual genera pocos sino nulos ingresos para el gobierno.
Los que promueven un sistema tributario “a la europea” olvidan que las naciones pobres deberían copiar “ Lo que hicieron los países para hacerse ricos, y no lo que hacen cuando ya son ricos”.
Los tipos impositivos de la región no son bajas. El impuesto al valor agregado (IVA), del cual provienen el 50% de los ingresos fiscales en Latinoamérica, promedia un 14.7%. Estos tipos son propios de naciones desarrolladas, y no guardan relación con el nivel de ingreso de la mayoría de los latinoamericanos.
Estos tipos impositivos elevados, aumentan los “costos de legalidad”, más gente opta por la informalidad debido a los altos impuestos, los ingresos del gobierno disminuirán, por lo que habrá presión para que los tributos que se le cobran a los negocios formales sean más altos, lo que conducirá a mayor informalidad aún, un circulo vicioso perfecto.
Quienes promueven el aumento de la carga tributaria en América Latina cometen además dos presunciones equivocadas; 1) que el gasto estatal es más eficiente que el privado en satisfacer las necesidades de los individuos y 2) que los ingresos fiscales se estancarán aun si la economía continúa creciendo.
Sobre el primer punto, es muy difícil que el gasto gubernamental resulte más eficiente que el privado, segun F.A. Hayek, premio Nóbel en Economía (la gente sabe mejor cómo gastar su dinero que un político distante), una persona buscará el mayor retorno de su dinero mientras que un político o burócrata gastará el dinero ajeno de acuerdo a sus intereses políticos o sectoriales.
En cuanto a la segunda presunción, si el nivel de consumo de un gobierno permanece constante en el tiempo y la economía crece durante ese lapso, los ingresos fiscales aumentarán de igual forma. La proporción es la misma, pero el pastel—la economía—es más grande y, por ende, la tajada correspondiente al gobierno es igualmente más grande. Por eso, la mejor manera de engrosar las arcas del Estado es mediante el crecimiento económico sostenido, y no mediante más impuestos.
Es una lástima que organismos internacionales como el Banco Mundial y el BID promuevan políticas contraproducentes al crecimiento como un aumento de los impuestos en América Latina. En lugar de castigar los bolsillos de los contribuyentes latinoamericanos con más impuestos, los gobiernos de la región deberían enfocarse en aligerar el tremendo peso que han cargado sobre las espaldas de sus ciudadanos a través de políticas monetarias irresponsables, excesivas regulaciones, barreras comerciales, falta de acceso a la propiedad privada, y también, altos impuestos.

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